Santa Rosalía, 4 de septiembre
Poco se conoce sobre la vida de esta virgen llamada cariñosamente «La Santuzza» por su pequeña estatura, pero la tradición cuenta que el conde Ruggero y su esposa Elvira estaban en el monte cuando se les apareció una figura que les dijo: «Ruggero, te anuncio que, por voluntad de Dios, nacerá en el seno de la casa de Sinibaldo, una rosa sin espinas». Poco después nació en la familia una niña, a la que bautizaron como Rosa Lilia y llamaron por el diminutivo de Rosalía.
La joven Rosalía obtuvo una excelente educación y una sólida formación cristiana que junto con su belleza, cortesía y elegancia hizo que entrara como dama de honor de la reina Margarita, hija del rey de Navarra y esposa del rey de Sicilia Guillermo I. En la corte se preparó a la joven Rosalía para un matrimonio con el noble Baldovino, pero la joven tuvo una visión y decidió renunciar a la corte y al matrimonio que le habían concertado.
La visión de Santa Rosalía
Santa Rosalía se miró al espejo y en lugar de ver su propia imagen vio reflejada la imagen de Jesús Crucificado con el rostro ensangrentado por la corona de espinas que llevaba en la frente e interpretó esta imagen como la llamada de Cristo para abandonar la corte y abrazar la vida consagrada.
Esta visión llevó a la joven a vivir en soledad y penitencia en una cueva.
El milagro de la aparición de sus restos
En 1624, la peste asolaba Palermo. Vincenzo Bonelli había perdido a sus esposa a causa de la epidemia y se encontraba de noche en el monte Pellegrino con la intención de tirarse por el acantilado cuando se le apareció «la Santuzza» y le pidió que le siguiera hasta la cueva en la que había llevado su vida de ermitaña y que estaba perdida. Allí le indicó que debía dar a conocer el emplazamiento y exhortar a la gente a arrepentirse de sus pecados. El hombre relató al Cardenal Doria lo acontecido y éste recordó que pocos días antes un cazador le había relatado como había encontrado unos huesos en una cueva. Tras comprobar que era el mismo lugar, el cardenal ordenó que se recogiesen los huesos y se depositaran en su capilla ya que no estaba seguro de la procedencia de los huesos.
La Santa volvió a aparecerse a Bonelli y le dijo que había obtenido de la gloriosa Virgen Madre de Dios la certeza de que al paso de sus huesos por Palermo, en el momento preciso del canto del Te Deum, se detendría la plaga. Informado el cardenal, llevaron sus santos restos en procesión y la peste cesó.