
Santa Rosa de Lima nació en Lima el 30 de abril de 1586 como Isabel Flores de Oliva, pero durante su confirmación, el Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, le puso el nombre de Rosa. Muchos conocidos solían llamarla Rosa debido a su belleza pero a Isabel, que luchaba contra el orgullo y el amor propio, no le gustaba ser llamada de este modo, ya que le parecía ostentoso. Un día en el que comentó a un sacerdote su tribulación, éste la tranquilizó diciendo: «¿Pues hija, no es vuestra alma como una rosa en que se recrea Jesucristo?». Así, Isabel aceptó que la llamaran Rosa de Santa María.
La confirmación de este nombre le fue dada posteriormente en episodios místicos con la Santísima Virgen de la Merced y en el desposorio místico por el Niño Jesús.
Vida mística:
La belleza de Santa Rosa de Lima hacía que fuera frecuentemente alabada y ella, que quería alejar de sí cualquier atisbo de vanidad, se mortificaba para alejarse de tal pecado. Así, si alguien alababa sus manos, ella las metía en cal viva; si alababan sus ojos, se restregaba ají para irritarlos… Además, mezclaba el agua con hiel y la comida con hojas de granado para que tuvieran un sabor amargo y desagradable, se flagelaba e incluso llegó a fabricarse una corona de espinas para poder sufrir en sus carnes el dolor de Jesucristo.
Rosa obedeció siempre a sus padres, pero cuando estos quisieron casarla ella se rebeló diciendo que quería dedicar su vida al señor tal y como hiciera su modelo, Santa Catalina de Siena. Luchó contra el deseo de sus padres durante diez años, al cabo de los cuales estos accedieron a que ingresara en la Tercera Orden de Santo Domingo. Desde entonces, Rosa vivió en una diminuta cabaña que construyó en el huerto, teniendo como único placer el cultivo de rosas. Allí se dedicaba a cultivar el huerto, coser para las damas y atender a los desheredados y enfermos.
El desposorio místico:
A la edad de 31 años, Rosa no recibió ninguna palma en el Domingo de Ramos. Eso la entristeció pensando en que Dios estaba enojado con ella y se puso a llorar en la Capilla del Rosario pensando en la posible ofensa que podía haber cometido para ser castigada de ese modo. Entonces el Señor le dijo: ‘Rosa de mi corazón, yo te quiero por esposa‘, a lo que Rosa respondió: «Aquí tienes Señor a tu humilde esclava.»
Muerte de la Santa:
Meses después de su desposorio místico, la Santa cayó gravemente enferma y fue trasladada a casa de Gonzalo de la Maza, contador del gobierno y donde actualmente se encuentra el Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima. Allí permaneció durante tres meses hasta que falleció según su pronóstico, el día de San Bartolomé.
Numerosas personas quisieron acompañar a la Santa en su último viaje a la Iglesia del Rosario y era tal la multitud que quería un trocito de su ropa, que tuvieron que cambiarla de hábito hasta tres veces.
En el lecho de muerte, Gonzalo de la Maza hizo que el pintor italiano Angelino Medoro le realizara un retrato. En este retrato se aprecia el dolor de su agonía, pero se sigue apreciando su belleza.

Milagros de Santa Rosa
Santa Rosa y los piratas. En 1615, el pirata holandés Joris Spilbergen amenazó con capturar la capital del Virreinato de Perú. Los habitantes de Lima se asustaron ya que habían oído que el corsario y sus hombres eran calvinistas y que destruirían los templos y profanarían el Sacramento del Altar.
Santa Rosa se dirigió a la iglesia de Santo Domingo, se recogió las mangas hasta los codos, recortó parte de sus hábitos y subió al altar de la capilla de San Jerónimo para escudar la Eucaristía con su propio cuerpo y comenzó a rezar junto con otros fieles. De pronto, se desató una gran tormenta y los piratas se alejaron del puerto.
Santa Rosa y el pozo de los deseos
Como penitencia, Santa Rosa se ató una cadena con un candado como cinturón y tiró la llave a un pozo. Sus allegados, al ver que el cinturón se había pegado a su piel le suplicaron que se lo quitara, pero ella confesó que no tenía la llave. Apenada, fue a llorar al pozo y Dios abrió su cadena milagrosamente.