Santa Alicia de Schaerbeek entró por voluntad propia en un convento cisterciense cercano a Bruselas a la edad de 7 años.
Alicia pronto destacó por su humildad y su voluntad de servicio a sus hermanas, pero durante su adolescencia contrajo la lepra y tuvo que ser aislada para evitar el contagio a sus compañeras. Ella afrontó su enfermedad y el aislamiento como una forma de cercarse más al Señor, pero sentía gran sufrimiento por no poder participar de la sangre de Cristo durante la Comunión. Entonces, se le apareció Jesucristo, quien le dijo: «Donde está una parte, está el todo».
El 11 de junio de 1249, día de San Bernabé, Alicia cayó gravemente enferma y recibió los Santos Óleos, pero se le reveló que estaría aún un año más sobre la tierra. Su dolor y sufrimiento fue en aumento. Quedó ciega y paralítica, con el cuerpo lleno de llagas, pero ella ofrecía su padecimiento a las ánimas del purgatorio. A medida que se acercaba su fin, recibía cada vez con mayor frecuencia, el consuelo de éxtasis y revelaciones.
Tal y como predijo, Alicia murió el 11 de junio de 1250. Siendo canonizada en 1907.
Santa Alicia es la patrona de los que sufren de parálisis.