Isabel de Schönau nació en 1129 en el seno de una familia noble de Bingen (Alemania). Siendo una niña enfermiza y con una salud muy frágil, ingresó con 12 años en el monasterio benedictino de Schönau donde vivió hasta su muerte un 18 de junio de 1164 a la temprana edad de 35 años.
Desde joven tuvo éxtasis, visiones y revelaciones que solían acontecer los domingos y fiestas de guardar. La joven entraba en trance y solía tener visiones y revelaciones que dictaba en latín, a pesar de conocer dicho idioma.
Isabel, que fue gran amiga de la mística y visionaria Santa Hildegarda, recogió en un libro las revelaciones que le hizo Santa Úrsula de Colonia. Sus revelaciones solían tratar sobre el fin del mundo, el Juicio Final, el apocalipsis, la Asunción de María y alcanzaron gran repercusión en la época. Por este motivo, su vida no fue fácil. Además de sus graves problemas de salud, Isabel fue tratada como hereje, endemoniada y falsa profetisa; tentada y envidiada, sufrió graves depresiones que incluso le hicieron pensar en el suicidio.
Fue sepultada fuera del monasterio, en la iglesia de San Florián de Schönau, donde se venera su cabeza, separada del cuerpo.