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Virgen del Perpetuo Socorro

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virgen-perpetuo-socorro La Virgen del Perpetuo Socorro es una de las invocaciones marianas de las que existe mayor documentación, dado que junto al cuadro se encontraba fijo en una tabla el pergamino que narraba su historia. Historia de la advocación

Esta imagen originaria de Creta estaba en manos de un comerciante que embarcó con destino a Roma. Durante el viaje, se desató una gran tormenta  y el comerciante sacó el cuadro, lo sostuvo en alto y pidió auxilio a la virgen. El mar se calmó y la nave arribó al puerto sin más contratiempos.

El mercader se instaló en Roma y mantuvo la imagen en un lugar preferente de su casa hasta que un día, enfermó de gravedad e hizo llamar a un amigo para encomendarle que, tras su fallecimiento, hiciera colocar la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en una iglesia digna para que fuera venerada públicamente. El amigo prometió hacerlo así, pero no llegó a cumplir su promesa ya que su esposa se había encaprichado de la imagen.

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se le apareció al hombre hasta en tres ocasiones indicándole que si no cumplía su promesa de colocar la imagen en una iglesia, algo malo sucedería. El hombre, temeroso, contó a su mujer las apariciones instándola a entregar el cuadro a una iglesia, pero ella se burló diciendo que era un visionario y él no se atrevió a contrariarla.  Nuestra Señora, entonces, se le apareció de nuevo diciendo: «Te avisé, te amenacé, no has querido obedecer. Tendrás que salir tú primero, para salir yo después en busca de lugar más honorable”. El hombre cayó gravemente enfermo y murió a los pocos días.

A pesar de la muerte de su esposo, la mujer continuaba sin querer deshacerse de la imagen. Un día, su hija de 6 años le contó que se le había aparecido una mujer muy hermosa que le dijo: «Avisa a tu madre y a tu tío, y diles que Santa María del Perpetuo Socorro quiere que la saquéis de casa si no queréis morir todos muy pronto». La viuda, asustada, se lo contó a una vecina que estaba de visita, pero ésta le dijo que no hiciera caso de sueños y visiones y se quedara con el cuadro. En ese mismo instante, la vecina comenzó a sentir unos dolores terribles y llena de dolor, suplicó perdón a Nuestra Señora mientras tocaba la imagen. Sus dolores cesaron de inmediato y, arrepentida, instó a la viuda a que cumpliera la promesa que hizo su marido.

Decidida ya a colocar la pintura en una iglesia, sólo le quedaba decidirse por una. Entonces la Virgen volvió a aparecerse a la niña y le indicó que la colocaran en San Mateo, entre las iglesias de Santa María la Mayo y San Juan de Letrán. La viuda informó al superior de los Agustinos de lo acontecido con la imagen y éste decidió llevarla en procesión solemne el 27 de marzo de 1499 hasta la iglesia.

Durante la procesión, un hombre tullido tocó la pintura y le fue devuelto el movimiento al brazo. La imagen fue colgada en el altar mayor de la iglesia, donde fue venerada durante casi trescientos años.

El 1798, las tropas de Napoleón invadieron Roma destruyendo numerosas iglesias, incluida la de San Mateo. Pero un Padre Agustino escondió el cuadro para protegerlo de las atrocidades de los soldados y lo colocó en la capilla privada de los Padres Agustinos en Posterula, donde permaneció casi olvidado durante 64 años. Reaparición de la imagen En 1855 un joven llamado Miguel Marchi, que de niño había sido monaguillo en la pequeña comunidad que custodiaba el olvidado cuadro, tomo los hábitos. En su cabeza siempre tenía las palabras que el anciano fray Agustín Orsetti, que había conocido el culto y los milagros de la Virgen olvidada, le repetía con frecuencia: «Sábetelo bien, Miguelito. La Virgen de San Mateo la tenemos en el oratorio. No lo olvides… ¡Era muy milagrosa!». Miguel, se lo comunicó al Superior General de los Padres Redentoristas, el padre Nicolás Maurón, y ambos se presentaron ante el Papa Pío IX para contarle la historia del cuadro y de sus milagros. Pio IX ordenó que la imagen fuera entregada en custodia a los Padres Redentores y colocada de nuevo en lugar preferente entre las iglesias de Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Así, la imagen fue coronada y llevada en procesión solemne hasta un altar construido especialmente para ella en la iglesia de San Alfonso, donde volvería a ser venerada por el pueblo. Novena 

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